doi: 10.62486/agma202344
ORIGINAL
Alternatives for the establishment of a new international financial architecture from the West: a case study France
Alternativas para el establecimiento de una nueva arquitectura financiera internacional desde occidente: caso de estudio Francia
Bismario Saldiña Silvera1 *, Emily Puisseaux Moreno2
*
1Facultad de Turismo, Universidad de La Habana, Cuba. La Habana, Cuba.
2Instituto Superior de Relaciones Internacionales “Raúl Roa García”. La Habana, Cuba.
Citar como: Saldiña Silvera B, Puisseaux Moreno E. Alternatives for the establishment of a new international financial architecture from the West: a case study France. Management (Montevideo). 2023; 1:44. https://doi.org/10.62486/agma202344
Enviado: 30-07-2023 Revisado: 26-10-2023 Aceptado: 20-12-2023 Publicado: 22-12-2023
ABSTRACT
After World War II, the United States became the world’s strongest economy. As a result of the Bretton Woods agreements, the dollar was imposed as the world’s currency exchange and a whole financial architecture that favored its national interests. However, in 1971, it broke the foundations of the agreement leading to a reconfiguration of the international financial architecture and the beginning of a new era featured by high volatility, instability, and recurrent systemic and financial crises. Thus, in the face of the existing antiquated and unjust financial structures, some steps were taken in the West to reshape them, with France attempting to lead the changes with proposals for the establishment of a new international financial order.
In this context, this research evaluated the alternatives for establishing a new international financial architecture from the West focusing on the case study of France. As a result, it was noted that it is precisely this European country that has sought to drive in recent years changes to the international financial agenda through meetings of the G7, G20 and other forums such as the recent Summit for a New International Financial Pact; and thus, the alternatives for establishing a new international financial architecture from the West have been essentially based on the introduction of reforms to its main institutions, and less on a proposal for structural and systemic transformation.
Keywords: Alternatives; New International Financial Architecture; The West, France.
RESUMEN
Después de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en la economía más fuerte del mundo. Como resultado de los acuerdos de Bretton Woods, se impuso el dólar como moneda de intercambio mundial y toda una arquitectura financiera que favoreció sus intereses nacionales. Sin embargo, en 1971 rompió las bases del acuerdo, lo cual condujo a una recomposición de la arquitectura financiera internacional y el inicio de una nueva época distinguida por la alta volatilidad, inestabilidad y recurrentes crisis sistémicas y financieras. En consecuencia, ante las anticuadas e injustas estructuras financieras existentes; desde Occidente se comenzaron a dar pasos tendientes a su reconfiguración, siendo Francia quien ha intentado liderar los cambios y propuestas para el establecimiento de un nuevo orden mundial.
En este sentido, la presente investigación evaluó las alternativas para establecer una nueva arquitectura financiera internacional desde Occidente, centrándose en el caso de estudio de Francia. Luego de ello, se pudo señalar que justamente este país europeo buscó liderar, durante los últimos años, cambios en la agenda financiera internacional a través de reuniones del G7, G20 y otros espacios como la reciente Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Internacional; y que, por tanto, las alternativas para establecer una nueva arquitectura financiera internacional desde Occidente se han basado, esencialmente, en la introducción de reformas en sus principales instituciones y no tanto en una propuesta de transformación estructural y sistémica.
Palabras clave: Alternativas; Nueva Arquitectura Financiera Internacional; Occidente; Francia.
INTRODUCCIÓN
Antes del fin de la Segunda Guerra Mundial, en el año 1944, se desarrolló la Conferencia de Bretton Woods. Como resultado de sus acuerdos, Estados Unidos (EE.UU.) obtuvo el privilegio de que su moneda nacional, el dólar, se convirtiera en la divisa internacional que dominaría las nuevas relaciones económicas internacionales; disponía de la mayor parte del oro del mundo; y era el único productor en gran escala de: equipos productivos, bienes de consumo, alimentos y servicios a nivel mundial (Peláez, 2014; FMI, 2022).
EE.UU. salió de la guerra como la economía más fuerte del orbe, viviendo un rápido crecimiento industrial y una fuerte acumulación de capital. No habían sufrido la destrucción de la guerra y se enriquecieron vendiendo armas y prestando dinero a los países beligerantes. Sin embargo, en 1971 bajo la administración Nixon, EE.UU. rompió de manera unilateral su compromiso internacional con respecto a los Acuerdos de Bretton Woods y comenzó, en palabras de Fidel Castro, “su estafa al mundo” (Vasapollo & Labañino, 2017); pues, de esa forma, se lanzaba sobre la economía mundial sus gastos de rearme y aventuras bélicas. En consecuencia, se han producido desde entonces profundas crisis sistémicas cada vez más agudas y prolongadas, que se complican con las fluctuaciones del mercado bursátil y la volatilidad del papel moneda.
Evidentemente, el dólar representa un patrón injusto de intercambio que genera crisis cíclicas y continuos desbalances financieros en los países capitalistas y con efectos que se hacen sentir en todo el planeta. Ante esto, sería válido cuestionarse: qué roles han jugado el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el resto de las estructuras que conforman hoy la compleja arquitectura financiera internacional. Según criterio del actual Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, se trata de una red de instituciones anticuada, disfuncional e injusta que ha fracasado en su objetivo de proporcionar seguridad a los países en desarrollo (Prensa Latina, 2023).
No obstante, algo sí ha sido claro: los esfuerzos realizados desde Occidente por liderar cambios necesarios y nuevas reglas de una arquitectura económica y financiera internacional diferentes. En ese sentido, dentro del bloque occidental, Francia ha desplegado diversas iniciativas con el objetivo de guiar la discusión y la implementación de medidas que impulsen la (re)construcción de nuevas instituciones y mandatos.
Es así que, la presente investigación se propone, entonces, como objetivo general: evaluar las alternativas para establecer una nueva arquitectura financiera internacional desde Occidente, tomando como caso de estudio a Francia. Para ello se debe, primeramente, examinar el estado actual de los Acuerdos de Bretton Woods y de la arquitectura financiera internacional en su conjunto; luego, identificar los intentos de Francia para liderar las posibles alternativas al establecimiento de una nueva arquitectura financiera internacional; y, finalmente, analizar los resultados de la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial celebrada en París los días 22 y 23 de junio de 2023.
Los Acuerdos de Bretton Woods y la arquitectura financiera internacional: una breve revisión bibliográfica
La Gran Depresión de la década de 1930 puso de manifiesto las debilidades del sistema monetario-financiero internacional de la época, caracterizado por la inestabilidad cambiaria y la falta de mecanismos para hacer frente a las crisis financieras. Además, la experiencia de la Segunda Guerra Mundial, que generó trastornos significativos en el comercio y las finanzas internacionales, también influyó en la necesidad de establecer un nuevo sistema económico internacional. Es así como, en 1944, representantes de 44 países se reunieron en Bretton Woods, New Hampshire, durante la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo era establecer las bases de un nuevo orden económico y otro financiero para después de la guerra. Buscaban evitar los desastres económicos que ocurrieron durante el periodo de entreguerras (Krugman & Obstfeld, 2006).
Las potencias occidentales mostraron preocupación por detener los procesos de autonomización en los países en desarrollo y restablecer el control de las actividades económicas dentro del marco del comercio internacional, donde habían consolidado su poder. Las negociaciones se centraron en las propuestas de John Maynard Keynes, representante de Gran Bretaña, y Harry Dexter White, representante de EE.UU.
El plan americano de White y el plan británico de Keynes eran divergentes. Harry D. White, por un lado, abogaba por establecer al dólar como la moneda central del sistema monetario internacional y promover la estabilidad económica y financiera por medio de la cooperación entre los países ganadores de la Segunda Guerra Mundial. White también defendía el control de los movimientos de capitales y la regulación del comercio para evitar desequilibrios. Por otro lado, John Maynard Keynes, buscaba una solución progresista para resolver los problemas de deuda de los países aliados. Keynes proponía reducir las reclamaciones hacia Alemania y enfocarse en el crecimiento económico. A diferencia de White, abogaba por la creación de un organismo internacional independiente, como un Banco Mundial, que regulase los flujos de crédito y promoviera un comercio equilibrado (Skidelsky, 1992).
A pesar de algunas similitudes, como la importancia de estimular el comercio y evitar grandes hegemonías, había diferencias notables en cuanto a la regulación del nuevo organismo y la independencia que debía tener. White veía al nuevo organismo como un complemento al poder económico de EE.UU., mientras que Keynes buscaba compensar ese poder y promover una distribución más equitativa de los recursos financieros.
Ahora bien, resulta natural que la propuesta de Keynes fuera desechada atendiendo a los siguientes elementos: en Europa las potencias aliadas aún se encontraban desarrollando múltiples acciones bélicas, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas participaba sólo como observadora y EE.UU. se presentaba como la gran potencia de Occidente. De esa forma, se validaba un modelo que respondía a la nueva situación internacional de correlación de fuerzas (Fazio, 2008). En consecuencia, EE.UU. logró imponer un modelo que se ajustara a sus intereses. De Bretton Woods quedaron constituidos: el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Internacional De Reconstrucción y Fomento (BIRF) y fue establecido el sistema monetario patrón oro-dólar.
El FMI fue creado como resultado de las propuestas estadounidenses en 1944, pero no entró en vigor oficialmente hasta finales de 1945. Su objetivo principal fue supervisar el sistema monetario internacional y promover la eliminación de las restricciones cambiarias en el comercio de bienes y servicios, con el fin de lograr una economía mundial próspera y estable (IMF, 2021).
El BIRF, al igual que el FMI, fue creado en 1944; sus propósitos fundacionales eran: facilitar la reconstrucción posterior a la Segunda Guerra Mundial, promover el desarrollo económico a largo plazo y contribuir a la reducción de la pobreza a través de inversiones en infraestructuras. En sus inicios el BIRF no gozaba de una alta credibilidad financiera y hubo debates sobre si debía garantizar préstamos bancarios o emitir bonos en el mercado, finalmente se acordaron ambas modalidades. EE.UU. y el Reino Unido tenían mayor peso en la institución, pero actualmente los cinco países accionistas más importantes incluyen, además, a Japón, Alemania y Francia.
En la práctica, el Fondo y el Banco Mundial quedaron, y no podía ser de otra manera, como custodios de este orden defensor de los intereses estadounidenses y han permanecido, en aquella línea, desde entonces (Reyes, 2010). Schatan (1998) arguye al respecto:
Las políticas y orientaciones del Fondo y del Banco Mundial están determinadas, fundamentalmente, por los países que tienen mayor peso dentro de sus órganos directivos. Los Estados Unidos, que proporcionaron la mayor parte de los fondos de ambas instituciones, se esforzaron ya en Bretton Woods por asegurar que el poder real en materia de decisiones estuviese radicado en la junta directiva, en la cual el director estadounidense tenía poder de veto.
Zafra (2003) afirma que, de esta forma, el Fondo Monetario Internacional se convertía en la primera organización internacional en aplicar el principio de la ponderación del voto entre sus estados miembros, abandonando explícitamente la tradicional norma de “un Estado, un voto”. Esto hace que su estructura y funcionamiento se asemejen al de una sociedad anónima.
Luego de la Conferencia de Bretton Woods, específicamente en 1947, se crea el Acuerdo General Sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT por sus siglas en inglés); el cual fue firmado por 23 países durante la Conferencia sobre Comercio y Trabajo de las Naciones Unidas, en La Habana. Si bien fue posterior a Bretton Woods, su labor estaba encaminada a crear una tercera institución que se ocupara de la esfera del comercio en la cooperación económica internacional y que viniera a añadirse a las dos instituciones anteriormente abordadas (Organización Mundial del Comercio, 2020).
Creado como un foro para regular la economía global y promover la liberalización del comercio internacional, aunque no era una institución propiamente dicha, estableció una serie de premisas y políticas para fomentar el intercambio y eliminar barreras comerciales. El GATT buscaba liberar el comercio internacional y promover la cohesión en el uso de recursos productivos, así como elevar el bienestar y la satisfacción de los usuarios. En 1995, el GATT fue reemplazado por la OMC, que continúa su labor de promover el libre comercio y resolver disputas comerciales entre los países miembros.
Asimismo, antes de la Primera Guerra Mundial, existía un sistema monetario conocido como patrón oro, en el cual las monedas estaban respaldadas por oro y se podían convertir libremente en dicho metal. Los tipos de cambio entre las diferentes monedas estaban determinados por la cantidad de oro que representaban (Bordo & Eichengreen, 1993). Así, el patrón oro-dólar fue un sistema monetario establecido después de la Segunda Guerra Mundial en el marco de los Acuerdos de Bretton Woods. Este sistema se basaba en la convertibilidad del dólar estadounidense en oro y en la fijación de tipos de cambio fijos entre las diferentes monedas (Krugman & Obstfeld, 2006).
En el patrón oro-dólar, el dólar estadounidense se convirtió en la moneda de referencia internacional y las demás monedas se fijaron en relación con el dólar. EE.UU. tenía la responsabilidad de mantener la paridad del dólar con respecto al oro, establecida inicialmente en 35 dólares por onza de oro. Los demás países participantes debían mantener sus monedas dentro de un margen estrecho de fluctuación en relación con el dólar.
Los países participantes acordaron mantener la estabilidad de los tipos de cambio mediante intervenciones en los mercados de divisas y ajustes en sus políticas monetarias y fiscales. Sin embargo, existía cierta flexibilidad para que un país pudiera ajustar la paridad de su moneda en caso de desequilibrios fundamentales, siempre y cuando no superase ciertos límites establecidos (Krugman & Obstfeld, 2006).
El sistema del patrón oro-dólar permitía la libre convertibilidad del dólar en oro para los bancos centrales de los países participantes. Esto significa que un banco central podía intercambiar sus reservas de dólares por oro a un precio fijo establecido. Sin embargo, la convertibilidad del dólar en oro solo estaba garantizada para los bancos centrales, no para los ciudadanos comunes.
El dólar estadounidense se convirtió en una moneda convertible (junto con el dólar canadiense) en 1945, justo después de la Conferencia de Bretton Woods, mientras que muchos países europeos adoptaron la convertibilidad aproximadamente 13 años después. Como consecuencia, una gran parte del comercio internacional se realizaba en dólares; por lo que, exportadores e importadores mantenían dólares en sus cuentas para las transacciones. El dólar se consolidó como moneda internacional y, naturalmente, los bancos centrales buscaron mantener sus reservas internacionales en forma de activos denominados en dólares y generadores de intereses.
Kennedy (2004) afirma que este acuerdo monetario y financiero mundial contó con mecanismos de presión efectivos para posicionar a EE.UU. y a su moneda como pilares de la actividad económica global. Después de la Segunda Guerra Mundial, tras la Conferencia de Bretton Woods y la creación del FMI y el Banco Mundial, los países que buscaban acceder a fondos para la reconstrucción y el desarrollo bajo este nuevo régimen económico se vieron obligados a aceptar las demandas de EE.UU., las cuales abarcaban, y de hecho abarcan, desde cuestiones monetarias y financieras hasta aspectos de política interna de cada país.
Los Acuerdos de Bretton Woods se caracterizaron por un periodo inicial de normal funcionamiento donde el sistema parecía estar controlado mientras EE.UU. tuviera un superávit en su balanza de pagos. Sin embargo, comenzaron a surgir debilidades debido a la insuficiencia de la liquidez respaldada por el oro, los desequilibrios entre los países industrializados y la falta de confianza en el sistema. Justamente, en la década de 1960, se planteó el problema de la confianza cuando se percibió que las reservas internacionales podrían superar el stock de oro de EE.UU; esto generó preocupación de que los bancos centrales extranjeros pudieran dejar de acumular dólares y convertirlos en oro, lo que debilitaría el sistema.
En la década de 1970, se produjeron importantes procesos especulativos que debilitaron aún más el dólar. La Guerra de Vietnam y la crisis petrolera de 1973 contribuyeron a la inestabilidad económica internacional. En agosto de 1971, el presidente de EE.UU. Richard Nixon, suspendió la convertibilidad del dólar en oro y abandonó la paridad oficial, lo que fue una violación flagrante de los acuerdos de Bretton Woods. A partir de entonces, se estableció un doble mercado de oro y las principales monedas comenzaron a fluctuar. En 1973, se abandonó definitivamente el sistema de tipos de cambio fijos y se adoptó la flotación de las monedas. Esta situación llevó al quiebre del sistema de Bretton Woods. Ante esto, el FMI sufrió un revés importante al abandonarse la paridad del dólar con el oro, ya que era la base de su sistema de paridades. Se vio limitado en su capacidad para controlar los movimientos especulativos de capital y se convirtió en un asesor para los gobiernos con necesidades de recursos (Bru, 2017).
A pesar de los factores que han contribuido a que el dólar se mantenga como la principal moneda de reserva en el sistema económico internacional durante la segunda mitad del siglo XX, su participación ha disminuido gradualmente. Aunque sigue desempeñando un papel importante en el sistema de reservas y el comercio internacional, se ha observado un aumento de la participación de otras monedas en la cotización de productos básicos y las ventas de países exportadores de materias primas durante los últimos años (Reyes, 2010; Fazio, 2008).
La arquitectura financiera internacional no ha logrado cumplir su objetivo de proporcionar una red de seguridad global a los países en desarrollo. Esta estructura ha fracasado debido a su concepción posterior a la Segunda Guerra Mundial, la cual refleja dinámicas de poder político y económico que no se ajustan a la realidad actual. Por lo tanto, se requieren importantes y urgentes reformas (ONU, 2023).
La arquitectura financiera internacional precisa un cambio sistémico e integral debido a razones clave, a saber: en primer lugar, el sistema actual perpetúa las desigualdades económicas y sociales, favoreciendo a las economías poderosas y las instituciones financieras dominantes; asimismo, el sistema es propenso a crisis financieras recurrentes, lo que requiere mecanismos más efectivos de prevención y gestión; además, se requiere una adaptación para movilizar los recursos necesarios y garantizar el acceso al financiamiento asequible y adecuado para abordar los desafíos ambientales y sociales del desarrollo sostenible. Estos cambios son esenciales para lograr una mayor equidad, justicia y sostenibilidad en el ámbito financiero internacional.
Antecedentes: intentos de Francia para liderar las posibles alternativas al establecimiento de una nueva arquitectura financiera internacional
Francia ha apostado por mantener un papel activo en la construcción de una nueva arquitectura financiera internacional. Entre sus principales objetivos de política exterior está lograr que el país, en el marco de la Unión Europea (UE), se convierta en una potencia de equilibrio en medio del actual proceso de transición intersistémica hacia la multipolaridad. Según el criterio de Emmanuel Macron, presidente de Francia, Europa no debe alinearse ni con los EE.UU. ni con China, sino convertirse en un foco de reconstrucción de la civilización europea para contrarrestar las tensiones internacionales (Romero, 2019). Para cumplir con lo anterior, se señalan a continuación los cinco pilares más significativos de la estrategia francesa para el llamado Nuevo Orden Mundial.
En primer lugar, se ha destacado el papel de Francia como impulsora de Europa y la necesidad de su rechazo a la lógica que sitúa a EE.UU. y China como los dos únicos polos del mundo; pues la creciente cercanía rusa a China es considerada una muestra de debilidad europea. A manera de ejemplo, Francia ha sido uno de los Estados que ha intentado mediar en el conflicto con Ucrania buscando acercar las posiciones de ambos lados y tener el rol principal en el proceso de negociación, propósito que no ha logrado.
Por otra parte, Francia ha intentado tener una participación activa en el debate internacional sobre cambio climático, ecología y diversidad. Durante la reunión del Grupo de los 7 (G7) celebrada en Francia en 2019, Macron presentó su agenda verde e insistió en sumar la emergencia climática a las principales prioridades de la cumbre. Su mayor resultado fue la mención de la importancia de conservar la biodiversidad en la declaración final del evento (Romero, 2019). Desde entonces, Francia ha desarrollado lo que ha denominado: “diplomacia de los bienes comunes”, es decir, han incluido la imprescindible protección de los recursos naturales a escala global en el ejercicio de la política exterior de cada Estado.
Sobre el papel asignado a la UE, Francia apuesta por la reconstrucción de una organización fuerte y con una soberanía conjunta que le permita atender debates que hoy pasan por las estructuras comunitarias; como los relacionados con las fronteras: el derecho al asilo y la defensa. En el caso de este último, responde a la necesidad de la UE de articular una respuesta coherente ante la presencia de grupos euroescépticos en varios países de la región y estructuras de gobierno que cuestionan constantemente el proyecto comunitario. En 2017, por ejemplo, Macron lanzó una propuesta de “Iniciativa Europea de Intervención”, pero fue rechazada por la mayoría de los Estados miembros (Romero, 2019).
Otra cuestión a resaltar es el papel de Francia en la lucha contra el llamado terrorismo internacional, especialmente a través del Mediterráneo, y el fortalecimiento de sus relaciones con los países de África norte. En ese sentido, ha impulsado programas sobre desarrollo y educación para contribuir a la estabilidad de la región y ha mantenido especial interés en los cambios que han tenido lugar en el Magreb a nivel político. Finalmente, se ha propiciado la puesta en práctica de la “diplomacia amiga”, referida al acercamiento entre el cuerpo diplomático y la población civil en un intento de humanizar la labor diplomática francesa en los países donde está acreditada.
Ejemplos en retrospectiva sobre los intentos franceses de liderazgo internacional en la agenda financiera
De manera concreta, varias acciones han mostrado la voluntad de liderazgo de Francia dentro del Sistema de Relaciones Internacionales. A manera de ejemplo, durante la Cumbre del G-20 en Cannes (2011) presidida por Francia, se trataron tópicos asociados a la actividad económica y financiera global. Así, la presidencia francesa estableció una serie de prioridades para la Cumbre que fueron fundamentales en las discusiones y los resultados alcanzados durante el evento, entre ellas: abordar la crisis financiera y la estabilidad económica globales; coordinar esfuerzos internacionales para fortalecer el sistema financiero y evitar futuras crisis; implementar reformas sólidas en el sistema financiero para prevenir riesgos y garantizar la estabilidad; promover una mayor regulación de los bancos y los mercados financieros para evitar comportamientos irresponsables; impulsar medidas para fomentar el crecimiento económico sostenible y la creación de empleo; fortalecer la cooperación económica internacional y la promoción de políticas favorables al crecimiento; robustecer los mecanismos de gobernanza económica internacional; y promover una mayor inclusión de los países en desarrollo en la toma de decisiones económicas globales. De igual forma, otro de los escenarios donde Francia ha mostrado su interés en reconfigurar la arquitectura financiera internacional han sido las Cumbres del Grupo de los 7 (G7). Desde la creación del grupo, en Francia se han celebrado siete cumbres del G7: Rambouillet (1975), Versalles (1982), París (1989), Lyon (1996), Évian (2003), Deauville (2011) y Biarritz (2019).
La cumbre del G7 en Rambouillet (1975) se centró en la búsqueda de alternativas para lograr la estabilidad monetaria internacional y la cooperación económica. Francia, como país anfitrión, buscó promover una mayor coordinación de políticas económicas entre los países miembros y establecer un sistema monetario internacional más estable. Durante la Cumbre, se discutieron medidas para abordar la volatilidad de los tipos de cambio y se acordó establecer un proceso de consultas regulares entre los Ministros de Finanzas del G7.
Por su parte, la Cumbre del G7 en París, en 1989, tuvo como prioridad central abordar la seguridad internacional y el fin de la Guerra Fría. Francia buscó promover la cooperación en temas de: desarme, no proliferación nuclear y reducción de tensiones geopolíticas. La Cumbre también trató temas sobre la cooperación económica y el desarrollo sostenible. Se hizo especial hincapié en la necesidad de construir un nuevo orden mundial basado en la democracia y los derechos humanos, desde la óptica de Occidente.
En Lyon, en 1996, se tuvo como prioridad principal abordar cuestiones relacionadas con el empleo y el desarrollo económico. Francia buscó promover la creación de empleo y la reducción de la pobreza a nivel global. Se discutieron medidas para fomentar la inversión, la innovación y la formación profesional. Además, se debatió sobre la necesidad de abordar los desafíos sociales y medioambientales en el contexto de la globalización.
En la Cumbre del G7 en Évian (2003), la presidencia francesa priorizó la lucha contra la pobreza y el desarrollo sostenible. Se discutieron estrategias para promover: el crecimiento económico inclusivo, la reducción de la deuda de los países más pobres y la mejora de la gobernanza global. También se trataron temas relacionados con la salud global, la educación y la seguridad alimentaria.
De igual forma, en la cumbre del G7 en Deauville (2011), la presidencia francesa centró su atención en la economía mundial y la estabilidad financiera. Francia promovió medidas para abordar la crisis económica y financiera global, así como la necesidad de fortalecer la regulación financiera internacional. También, se discutió sobre la promoción del crecimiento económico, la creación de empleo y la reforma del sistema monetario internacional.
Por último, en la cumbre del G7, celebrada en Biarritz (2019), la presidencia francesa prioriza la acción contra el cambio climático y la protección de la biodiversidad, así como la reducción de la desigualdad y la promoción de la equidad. Se enfatizó la necesidad de abordar los desafíos relacionados con el cambio climático y se discutió la importancia de la inclusión social, la igualdad de género y la protección social. Además, se debatieron temas relacionados con el comercio justo, la gobernanza económica y la seguridad global.
Resulta evidente, entonces, que a lo largo de las siete cumbres del G7 con presidencia de Francia, las prioridades han comprendido áreas clave como: la estabilidad monetaria internacional, la cooperación económica, la crisis económica global, el desarrollo sostenible, la seguridad internacional, la lucha contra la pobreza, la creación de empleo, la reforma del sistema monetario internacional, la acción contra el cambio climático, la protección de la biodiversidad, la reducción de la desigualdad y la promoción de la equidad. En cada cumbre, Francia ha buscado liderar proyectos alternativos ante estos desafíos globales y promover la colaboración entre los países miembros del G7.
Al mismo tiempo, Francia ha intentado promover cambios en la estructura financiera a nivel mundial a través de la organización de la Cumbre “One Planet”. Este espacio, si bien no es estrictamente una cumbre financiera, ha sido una conferencia internacional que se ha celebrado en Francia en los años 2017, 2021 y 2023 con el objetivo de abordar el cambio climático y promover la implementación del Acuerdo de París.
La Cumbre reúne a líderes mundiales, empresarios, representantes de la sociedad civil y expertos en medio ambiente; se enfoca en la movilización de recursos financieros para apoyar la transición hacia una economía baja en carbono; la promoción de la acción climática a nivel global; y la búsqueda de soluciones innovadoras para enfrentar los desafíos del cambio climático. Durante su celebración, se destaca la importancia de la colaboración entre los sectores público y privado y se llevan a cabo anuncios significativos sobre inversiones en energías renovables y la adopción de políticas climáticas más ambiciosas.
Para concluir el acápite, se puede mencionar la presentación del anteproyecto para un Nuevo Pacto Mundial por el Medio Ambiente por el Club de Juristas de Francia ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2017. El documento buscaba reunir los principios generales del Derecho Ambiental y convertirse en un tratado internacional con carácter vinculante adoptado por la Asamblea General de la ONU (Observatorio Ambiental de Bogotá, 2017). Pese a la exaltación del papel de Francia durante el proceso de aprobación del acuerdo de París (2015); Macron no logró el éxito deseado en el intento; debido, en esencia, a la incertidumbre y complejidades de la propuesta durante el proceso de negociación.
Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial: Francia y su repetido intento de liderar alternativas emergentes ante la crisis de la actual arquitectura financiera internacional
La más reciente acción de Francia para liderar cambios encaminados a reestructurar la arquitectura financiera internacional fue la celebración de la “Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Mundial” en París los días 22 y 23 de junio de 2023. Esta tuvo como objetivo definir las bases de un nuevo sistema financiero y abordar la forma de apoyar, óptimamente, a los países más vulnerables y afectados por diversas crisis climáticas, sanitarias, energéticas y económicas.
La Cumbre se enfocó en la búsqueda de propuestas para, aparentemente, reformar las instituciones financieras internacionales, encontrar nuevas fuentes de financiamiento y proponer mecanismos innovadores para reducir la deuda externa. Los principales objetivos incluyeron, asimismo: mejorar la oferta de las instituciones financieras internacionales para abordar la deuda y la reducción de la misma; favorecer el desarrollo del sector privado en países de bajo ingreso; impulsar inversiones en infraestructuras verdes para la transición energética en países emergentes y en desarrollo; y movilizar financiamientos innovadores para los países vulnerables a los efectos del cambio climático.
También se exploró la emisión de “Derechos Especiales de Giro” para apoyar a países con crisis económicas importantes y se destacó la necesidad de abordar conjuntamente la lucha contra la pobreza, la descarbonización de la economía y la protección de la biodiversidad. La cumbre buscó facilitar las negociaciones de la COP 28 y aumentar la colaboración entre los bancos públicos de desarrollo y el sector privado para lograr mayores niveles de financiamiento climático. Es válido señalar que, la selección de los temas a discutir y las propuestas a debatir no fueron negociadas con antelación y responden a la visión de Francia y grupos de países aliados sobre cómo transformar la actual arquitectura financiera internacional.
Cómo es notable, se trata de líneas abordadas con anterioridad en las Cumbres del G7 y otros espacios impulsados por Francia. De igual forma, es importante apuntar que la Cumbre no cuenta con un mandato intergubernamental; en última instancia, es la evidencia de otro de los tantos intentos de Francia por liderar la agenda financiera internacional y convertirse en “potencia de equilibrio” o “intermediaria” internacional en el actual proceso de transición.
Fueron invitados un centenar de Jefes de Estado y de Gobierno (Prensa Latina, 2023), representantes de instituciones financieras mundiales, del sector privado y de la sociedad civil; por tanto, aunque se hace referencia a que la Cumbre constituía un llamado a todos los miembros de la comunidad internacional, en la práctica, solo asistió poco más de la mitad de los hoy Estados miembros del sistema de las Naciones Unidas.
De manera particular, se debe hacer referencia a la participación del actual presidente del Banco Central Europeo, la directora general de la Organización Mundial del Comercio y el presidente de la Fundación Rockefeller. El primer caso es prueba de que, en primer lugar, Francia intenta promover nuevas alternativas sin alejarse de la institucionalidad propiamente europea ni vulnerar el proyecto comunitario. De igual forma, los otros dos ejemplos evidencian que no existe una ruptura con antiguas instituciones o las principales entidades del sector privado, sino que, como se explicita en los pilares de su estrategia, se busca la articulación entre los distintos representantes de la arquitectura financiera internacional actual para generar el cambio hacia nuevas formas, sin plantear una reforma estructural y sistemática.
CONSIDERACIONES FINALES
Sin dudas, el contexto de crisis sistémica multidimensional es resultado de un injusto orden económico internacional y su impacto de manera desproporcionada en los países del Sur. El mundo contemporáneo enfrenta múltiples retos desde los más diversos frentes: la permanencia de problemas no resueltos asociados a las naciones del llamado Tercer Mundo; las problemáticas asociadas al avanzado y desigual desarrollo científico-técnico que incluye la esfera digital-mediática; y las nefastas consecuencias de una crisis sanitaria mundial que ha afectado a países ricos y pobres.
Ante esto, Francia ha estado activa en su intento de liderar los temas de la nueva arquitectura financiera internacional por medio de diferentes iniciativas. Estos esfuerzos se han centrado en abordar desafíos como: la estabilidad financiera, la regulación, la cooperación internacional y la inclusión de economías emergentes. De manera formal, ha buscado la implementación de medidas que impulsen la reconstrucción de un sistema financiero internacional más estable, inclusivo y sostenible. Sin embargo, existen dos elementos que no se deben perder de vista: por una parte, la insistencia de Francia en fungir como intermediario en la articulación de cualquier iniciativa y por otra, el apego y salvaguarda del proyecto comunitario europeo.
Así, la Cumbre para un Nuevo Pacto Financiero Internacional se presenta por la presidencia francesa como un punto de inflexión dentro de las relaciones económicas internacionales. No obstante, se suma a la amplia lista de las reuniones del G7 o G20 celebradas en Francia, así como otros espacios impulsados por el país, con el propósito de liderar los principales cambios de la agenda financiera internacional.
El caso francés demuestra que las alternativas para el establecimiento de una nueva arquitectura financiera internacional desde la perspectiva occidental, se basan, esencialmente, en la introducción de reformas en sus principales instituciones y, no tanto, en una propuesta de transformación estructural y sistémica real.
REFERENCIAS
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FINANCIACIÓN
Los autores no recibieron financiación para el desarrollo de la presente investigación.
CONFLICTO DE INTERESES
Los autores declaran que no existe conflicto de intereses.
CONTRIBUCIÓN DE AUTORÍA
Conceptualización: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Curación de datos: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Análisis formal: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Investigación: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Metodología: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Administración del proyecto: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Recursos: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Software: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Supervisión: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Validación: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Visualización: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Redacción – borrador original: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.
Redacción – revisión y edición: Bismario Saldiña Silvera, Emily Puisseaux Moreno.